Nuestros Castillos, Torres y Atalayas
La actual provincia de Jaén, situada geográficamente como encrucijada de caminos y guardiana del principal acceso entre Castilla y Andalucía, ha jugado un papel relevante en casi todos los conflictos peninsulares. Sus tierras, tierras del antiguo reino de Jaén, han sido testigos del paso victorioso de muchas civilizaciones y de su decadencia. Fue importante la presencia ibérica que tantos restos y vestigios nos legó por toda la geografía provincial. Pasaron cartagineses y romanos. En esta tierra estuvo residiendo Viriato (Jaén y Bailén) resistiendo a estos últimos. Tuvo importancia en el período visigótico (Tucci -Martos- era obispado y ceca). El reino de Jaén, con su suelo -hoy de olivares-, ha sido protagonista de grandes hechos históricos y sobre él han tenido lugar importantes hechos de armas. Baste recordar que en un reducido perímetro se han disputado tres batallas principales en la historia patria, en tres épocas muy distantes: Baecula (en la Antigüedad), Navas de Tolosa (Medievo) y Bailén (1808).
Como fruto o resultado de nuestras vicisitudes históricas ha quedado en nuestra tierra memoria palpable del pasado. Nuestra provincia, según Eslava Galán, posee la mayor concentración de castillos por kilómetro cuadrado de toda Europa. Parece ser que hubo al menos cuatrocientas fortificaciones (fortalezas, castillos, torres, murallas, atalayas…), de las que aún nos quedan unas ciento cincuenta en diverso grado de conservación. Muchas, por los avatares del tiempo y la mano de los hombres, han desaparecido. Otras se encuentran en grave peligro, fundamentalmente por nuestro desconocimiento y poco cuidado. Es hora de reconocer que son parte de nuestra historia, testigos de nuestro pasado… reliquias que pueden ser fuente de riqueza en el presente.
En Jaén no todo es aceite. Esta tierra tiene otras dos fuentes de riqueza importantísimas que están sólo descubiertas en parte, y que son su patrimonio natural (sito en sus magníficos parques naturales) y sus monumentos (fundamentalmente, para nosotros, sus fortificaciones). Esas dos riquezas semiocultas de nuestra tierra son de un incalculable valor para su utilización en la promoción del emergente turismo de interior.
Nunca tendremos los parajes naturales de Cazorla, ni la riqueza urbanística de Úbeda y Baeza, pero no es menos cierto que en nuestros montes está dibujada la raya fronteriza -entre la Córdoba califal, la Granada nazarí y Castilla- por la que fuimos, durante siglos, llave, guarda y defendimiento de sus reinos.
Nuestro Nobel Camilo José Cela nos hace este bello retrato de la provincia:
“Jaén es tierra de frontera, mora ante los cristianos y castellana frente a los almohades, que -porque lo sabe- toma de los dos bandos lo que puede y le dejan: que no es quedarse entre Pinto y Valdemoro, sino que es cocer, en la tumultuaria olla del tiempo, la venera de los caballeros con la media luna de los emires para beberse después, y de un sorbo, el recio caldo de lo que queda. Eso que queda es lo que se llama Jaén.
Como primera medida, aún antes de cualquier estudio sobre la historia local de la comarca de la Sierra Sur, creemos preciso conocer algunos datos históricos que preceden la conquista del reino de Jaén y el avance castellano en el resto de la provincia.
Hemos considerado necesario comenzar nuestro relato en una época anterior a la batalla de las Navas de Tolosa, la cual abre las puertas de Andalucía y, en primer lugar, la posibilidad de la conquista del reino de Jaén. El conocimiento de esos datos puede ayudar al neófito o refrescar la memoria del versado, para situar mejor nuestros castillos, para hacerse una idea de su antigüedad e importancia. Pero también consideramos interesante esta parte histórica del proyecto, porque facilitará datos para futuras publicaciones de marcado carácter turístico y para formación de guías y animadores turísticos, ya que en muchas ocasiones hemos echado en falta, al visitar un castillo, palacio, iglesia…, el poder contar con un soporte (ya sea folleto, libro, revista, CD, etc.) que nos cuente la historia de aquello que hemos visto, instrumento que una persona suele guardar como recuerdo de sus vivencias y viajes.